Hace unos años migré de este espacio a las publicaciones en Linkedin. Creo que fue un error no ir vinculando ambos espacios así que si prefieren leer este texto en Linkedin pueden hacer clic aquí o si quieren ver todas las publicaciones de estos años pueden visitar mi perfil (https://www.linkedin.com/in/sandromarcone/).
En Estados Unidos, los padres de un adolescente de 16 años que se quitó la vida en el 2023 demandan a OpenAI y Microsoft. La base de la demanda es que el joven, usuario intensivo de ChatGPT, fue influenciado negativamente y que las empresas no previeron los riesgos de salud mental asociados. El caso abre un debate inédito: ¿hasta dónde llega la responsabilidad de las compañías de inteligencia artificial frente a los actos de sus usuarios? ¿De quién es la responsabilidad de que los menores usen herramientas pensadas para adultos? ¿Quién le enseña a nuestros menores a entender el cambiante mundo digital y a medir sus riesgos y desafios?Situaciones similares ya han ocurrido con redes sociales. Meta, TikTok y YouTube enfrentan juicios por los daños que sus algoritmos pueden causar en menores. Pero el uso de chatbots abre un frente distinto: una conversación continua, personalizada, con un sistema que no es humano pero que puede ser percibido como tal por un adolescente vulnerable.
Lo relevante no es solo lo que ocurra en un tribunal norteamericano, sino cómo reaccionamos aquí. En el Perú, se esta normalizando que la respuesta ante los desafios del mundo digital sea la prohibición: prohibir celulares en las aulas, prohibir el uso de redes, prohibir la IA. Es una salida cómoda, pero profundamente irresponsable. La realidad es que la mayoria de nuestros adolescentes ya conviven con estas tecnologías, nos guste o no.
La American Psychological Association (APA, 2019; APA, 2023) advierte que el impacto digital en la salud mental es reducido y no directo: depende del acompañamiento adulto, del contexto y de las propias vulnerabilidades de los menores. Aquí está la clave. No basta con prohibir dispositivos en las aulas —como la reciente ley —, sino educar en competencias digitales y en autocuidado emocional. En vez de esconder la cabeza bajo la arena con prohibiciones, deberíamos comprometernos a enseñar a nuestros jóvenes a navegar con criterio, autocuidado y propósito.
Nuestros adolescentes ya conviven con con algoritmos y sistemas de IA, quieran los adultos o no. Negar esa realidad nos deja más expuestos: sin herramientas críticas, sin apoyo familiar ni escolar. La pregunta no es si la IA “causa” daño, sino cómo nos preparamos para usarla con seguridad y sentido pedagógico. En el Perú, la alfabetización digital avanzada y la salud mental siguen siendo agendas urgentes. El caso en EE.UU. debería servirnos como alerta: la tecnología no es neutral, y la ausencia de políticas claras es también una forma de abandono.
La solución pasa por una responsabilidad compartida. Las empresas deben reforzar sus salvaguardas y transparencia; las familias, involucrarse en la vida digital de sus hijos; y el Estado, integrar alfabetización digital avanzada y salud mental en las políticas educativas. La protección y el desarrollo de nuestros adolescentes justifica un esfuerzo conjunto.
Enfrentar el reto digital con madurez significa dejar de ver la tecnología como amenaza por defecto o salvación automática. El verdadero desafío está en cómo nos organizamos como sociedad para guiar su uso con sentido y cuidado.
Referencias American Psychological Association
Orben, A., & Przybylski, A. K. (2019). The association between adolescent well-being and digital technology use. Psychological Science, 30(5), 682–696.
https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/30944443/
https://journals.sagepub.com/doi/10.1177/0956797619830329
American Psychological Association. (2023). Health Advisory on Social Media Use in Adolescence. Washington, DC: American Psychological Association
https://www.hhs.gov/sites/default/files/sg-youth-mental-health-social-media-advisory.pdf
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